5 de agosto de 2011

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Hablamos, hablamos y hablamos. Criticamos, despreciamos e incluso insultamos. Apreciamos, adoramos y elogiamos. Envidiamos, destruimos y nos apoderamos.
A veces no nos damos cuenta del daño que pueden causar unas simples palabras. Y es que las palabras duelen, e incluso a veces más que un golpe.
Y otras veces las palabras son mejores que una caricia. A veces somos capaces de decir con palabras cosas tan bonitas a otra persona que le conseguimos sacar una sonrisa.
Pero hay muchas veces que no hace falta hablar. No hay que decir ni una simple palabra para expresar lo que sentimos. No tiene porque pronunciarse palabra alguna para que el momento sea perfecto. Tan solo hace falta una mirada, otra que le corresponda, sonrisas de complicidad y nada má

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